UN POCO DE SAÑA
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El espíritu de las películas de acción de décadas pasadas vive en Los Indestructibles, en su acción física, con más dobles de riego y menos gráficos por computadoras, y en sus héroes (y villanos) un poco lentos, con sus rostros ajados por el tiempo.
Sin embargo hay otros puntos menos dignos de celebración dentro de este film de puro entretenimiento. El primero es la idea del personaje de Stallone (Barney) de querer sentirse vivo nuevamente, de redimirse de sus viejos pecados ayudando una muchacha a costa de aniquilar a todos los soldados del ficticio pueblo de Vilena, aparte de dejar su patrimonio histórico y arquitectónico reducido a una pila de escombros.
Pero, bueno, tampoco se le puede exigir demasiada coherencia o profundidad ideológica a una película llamada Los Indestuctibles, cuyo logo de identificación es un cuervo posado sobre una calavera y que una de sus publicidades es una tabla con la cantidad de personas muertas por sus protagonistas en películas anteriores (lidera Lundgren con 632 pero Schwarzenegger no aparece).
El otro asunto, mucho más oscuro, es el desprecio por el cuerpo y la crueldad ante el sufrimiento humano que podemos encontrar en la película. Por ejemplo, antes de rescatar a Sandra de su cautiverio Barney primero secciona el brazo de uno de los soldados que la custodia, después decapita de un cuchillazo al segundo (en ambos casos se ve claramente las rojas heridas recién abiertas) y, finalmente, apuñala insistentemente al tercero en el cuello, mientras la sangre salta a borbotones. Este tipo de escenas de mutilaciones emparenta al film con algunas películas de clase B, con Herschell Gordon Lewis a la cabeza, aunque en un contexto diferente, ya que en Los Indestructibles hay cierta cuota de realismo, sobre todo en las escenas de acción. Mientras, en las otras, el destazamiento suele ser una unidad autónoma dentro de la narración, un espectáculo en sí mismo y muchas veces un poco inverosímil (también ayudado por la estética y la calidad de los efectos especiales) lo que veda profundidad al dolor y termina siendo un espectáculo un poco abstracto. Quizás sea más apropiado relacionarla con las películas de mutilaciones de los últimos años (El juego del miedo, Hostel, etc) en las que hay una deleite sádico en la descuartización, un regodeo en mostrar detalladamente la destrucción del cuerpo y el sufrimiento de las personas, sobre todo de personajes hechos y derechos, con rasgos humanos que provoquen cierto grado de indentificación con el espectador. Un ejemplo de esto último se puede ver en el film cuando uno de los “malos” está en llamas y mientras agoniza gritando de dolor, uno de los “buenos” salta y lo remata con un una piña mostrada en cámara lenta.
Resulta un tanto inesperado encontrar crueldad en Los Indestructibles, en la presencia de cuerpos sufrientes en un género en el que las víctimas suelen ser apenas pequeños esbozos que no llegan a personajes, casi caricaturas con inflamadas e inverosímiles gesticulaciones que no provocan ni reclaman, ningún tipo de compasión.
Publicado en El Amante / Cine, nro. 220
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