Crítica de EL CORAZÓN ES ENGAÑOSO POR SOBRE TODAS LAS COSAS
The heart is deceitful above all things
dirigida por Asia Argento
El segundo largometraje de Asia Argento está basado en el libro “The Heart is deceitful above all things” de J.T. Leroy, un adolescente que fue la cenicienta del ambiente artístico-literario estadounidense a fines de los noventa a partir de la publicación de sus historias de adicciones y prostitución en clave autobiográfica.
La transposición cinematográfica apareció a mediados del 2004 y hubo que esperar cuatro años para su estreno comercial en Argentina (se la pudo ver en el Festival de Mar del Plata y el Bafici del 2005). Este tiempo sirvió para saber que el tal Leroy no era más que una suerte de entelequia –algunos, sobre todo los funcionarios de la justicia, prefirieron hablar de fraude, – creada por la escritora Laura Albert y que detrás de aquella prosa no había un adolescente conflictuado sino una curtida cuarentona.
Dejando de lado estos datos curiosos y un poco irrelevantes, hablemos de la película en si. Ésta comienza con la restitución de Jeremiah, un niño de 7 años, a su madre biológica (Sarah), papel a cargo de la propia Argento con una convincente pinta de reventada muy a lo Courtney Love. Ahí nomás, en el primer minuto del film, es cuando comienza el camino de ambos hacia el abismo. El pequeño queda a merced del incipiente sadismo de su madre y se ve arrastrado por ella y/o su pareja de turno a edificantes actividades como el vagabundeo, el consumo de alcohol y de drogas, el abandono y la ingesta de basura para pasar, acto seguido, a la tutela de sus abuelos y su fanatismo religioso.
Las miradas se van alternando –la del niño, la de los adultos- pero siempre prevalece el punto de vista inocente y confiado del pequeño (de ahí el extraño título extraído del Evangelio) y eso explica que la película tenga por momentos ese aire aciago y excesivo. Para lograr esto, Argento contó con la inmejorable ayuda de Jimmy Bennett, quien hace de Jeremiah durante la primera mitad de la película. Su actuación es tan extraordinaria y verosímil –sobresale su versión libre de Anarchy in the UK de los Ax Pistons…perdón! los Sex Pistols- que es difícil no sentir simpatía y compasión por el pequeño.
Después de la estadía con sus abuelos, que supone una elipsis de tres años y un adoctrinamiento religioso bastante severo, el niño vuelve a manos de su madre y retoma su antigua vida. Bajo el sino del descontrol las situaciones se hacen cada vez más funestas y el ambiente va ganado extrañeza hasta desembocar en el abismo interminable de la alucinación psicótica y el delirio paranoide. (Bueno, en realidad el abismo efectivamente tiene un fondo, pero de eso nadie vuelve salvo ciertas figuras del espectáculo nacional)
Dentro del esquema de El corazón es engañoso por sobre todas las cosas se presenta un gran interrogante, casi tan viejo como el cine mismo, y otros derivados de éste: ¿existe el límite de lo representable? ¿Como mostrar el sadismo sin caer en él? ¿Como representar un acto sexual entre un niño y un mayor? Ya sea por convicción, por pudor o por corrección (o una mezcla de las tres) Argento opta, según la escena, por tres procedimientos diferentes. El más obvio y casi ineludible es el de la elipsis. El segundo, no tan común, es la sustitución del intérprete; en la turbadora escena en que Jeremiah seduce al amante de su madre, en cierto momento -cuando la cosa se pone sensual- aparece la propia directora personificando al niño. El tercero, el más sustancial e inusual, es el enfoque irreal, fantasioso, incluso alucinado (sea subjetivo o no) que se da del abuso, donde podemos identificar una correspondencia con la perspectiva del pibe. Esta posición es interesante porque para un niño el sexo y el sadismo no puede significar otra cosa que algo ajeno, que está más allá de su entendimiento.
Al igual que en estas escenas, durante toda la película la directora maneja distintos tonos y se pasea por diferentes registros, que por momentos parecen escapárseles de las manos. Pero prevalece su arrollador deseo de contar, se impone un impulso narrativo desaforado que siempre al borde del descontrol brota a borbotones e impregna la pantalla de esa visceralidad. Esto incomoda un poco y por momentos hace difícil encontrar terreno firme donde hacer pie, pero nos mantiene siempre expectantes, atentos a lo que puede suceder. Y en tiempos de un cine ¿independiente? que suele apostar al cálculo, el minimalismo y la solemnidad es agradable constatar que aún existen films (y artistas) intensos como éste que no temen mostrar su costado pasional.
Publicado en El Amante/Cine, nro. 198
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